Solo nos llevamos los recuerdos, de Sara García Rizzotto

Esta semana os hablo de la novela Solo nos llevamos los recuerdos, de Sara García Rizzotto, publicada por Literup, una historia que habla de la memoria, los recuerdos y cómo estos nos definen.

Gordon y Ludwig son socios y han vivido durante más de veinte años de robar recuerdos a la gente y venderlos al mejor comprador. Para ello utilizan un aparato, llamado nemoteca, que permite extraer e introducir recuerdos en el cerebro. Gracias a las redes sociales, en las que gran parte de la gente comparte sus vivencias, seleccionan los recuerdos más bonitos, emocionantes, históricos, aquellos que pueden tener un gran valor en el mercado para quienes no han vivido ciertas experiencias y están dispuestos a pagar mucho dinero por creer que sí lo han hecho. Es el crimen perfecto porque las víctimas jamás sabrán lo que han perdido, porque, sencillamente, no lo recordarán. Sin embargo, cuando están a punto de dar el golpe más grande de sus vidas, el que creen que les permitirá retirarse durante un tiempo, Gordon ya no está tan seguro de querer continuar con su tarea y la culpa hará que se tambaleen los cimientos del negocio y la relación entre ellos.

Mientras leía esta novela, le iba dando vueltas a tres ideas. La primera es cuál de mi recuerdos tiene un gran valor para mí; la respuesta no es tan sencilla. Me vienen a la cabeza muchos momentos importantes de mi vida, muchos buenos, pero otros no tanto, porque esos también me han definido como persona, me han hecho aprender, decidir y madurar. Creo que es tan valioso tener buenos como malos recuerdos, porque los primeros te sacan una sonrisa, evocan sentimientos alegres, te unen a las personas con quienes los viviste y se reproducen generando de nuevo la sensación que tuviste en aquel momento; con los segundos pasa lo mismo, pero creo que estos se viven de forma diferente cuando ya han pasado y lo malo ya no lo es tanto con la perspectiva del tiempo. Estos son imprescindibles porque te mantienen alerta, te protegen, te advierten, y si te vuelves a ver en una situación similar sabes llevarlo mejor que la primera vez.

La segunda idea era la de si sería capaz de vender algún recuerdo que quisiera olvidar, cosa para la que alguien querría querer comprarlo, claro (apartemos la posibilidad de que me lo pudieran robar, como hacen los protagonistas de la novela). Creo que no lo haría. Tengo recuerdos que me avergüenzan, que me hacen sentir mal, pero si no los tuviera quizá correría el riesgo de no darles el valor que tienen y lo que me han aportado. El "no vuelvas a hacer algo así porque te equivocaste". Lo lógico sería pensar que alguien querría vender un recuerdo malo, ¿no? ¿Por qué querrías olvidar algo bueno? Y al mismo tiempo, ¿por qué alguien querría comprar un recuerdo malo de otra persona? Quizá para adquirir una experiencia que se obtiene tras cometer un error, sin haberlo hecho realmente. Aquello de que uno aprende de sus propios errores, pero no de los de los demás, cobraría sentido.

La tercera idea es por qué alguien iba a querer recordar algo que no ha vivido. Como ya he comentado, el aprendizaje podría ser una opción. Quizá también el hecho de que, si una persona dispone de tanto dinero como para poder permitirse algo así, una compra adquiere otra dimensión, el poder tener algo único, exclusivo, al alcance de muy pocas personas. En el caso de esta historia, la legalidad brilla por su ausencia, por lo que los compradores también son algo excéntricos y misteriosos y las quejas o reclamaciones no son válidas. No olvidemos la cuestión de que los protagonistas son ladrones, por lo que a sus víctimas no solo les quitan algo que les pertenece, sino algo que les hace ser como son.

Me ha gustado leer esta novela, es breve, de ágil lectura y me ha hecho plantearme todas estas cosas a través del mensaje que lanza. Sin duda, me encantaría que existiera algún aparato similar a la nemoteca, o al Pensadero de Albus Dumbledore, con el que poder mantener nuestros recuerdos a buen recaudo y poder revivirlos tal cual fueron.