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La parábola del sembrador, de Octavia E. Butler

Esta semana os hablaré de La parábola del sembrador, de Octavia E. Butler, una distopía terrorífica y dramática ambientada en 2020. Gané esta y otras novelas de la autora en un sorteo que hizo la librería Gigamesh hace unos años, y quise leerla precisamente por estar ambientada en la época que estamos viviendo. Es una historia dura, de dolor y pérdida, de una sociedad consumida por la escasez, las drogas, la corrupción y la violencia.

Lauren Olamina es una joven que vive con su familia, su padre pastor, sus hermanos y su madrastra, en una comunidad amurallada en California. La suya y las demás familias conviven en un ambiente artificialmente tranquilo, que de vez en cuando se ve amenazado por los cabezas rapadas, nómadas y vagabundos que asaltan los barrios en busca de cualquier cosa que puedan aprovechar. Lauren, a causa de una droga de la que abusó su madre biológica, nació con lo que se conoce como hiperempatía, una condición que la hace especialmente sensible a las emociones de los demás. Además, al contrario de lo que predica su padre o de las creencias más comunes de su entorno, Lauren está desarrollando su propia ideología, Semilla Terrestre, cuyas ideas va anotando en un diario. Cuando una noche su barrio es atacado y reducido a cenizas, Lauren debe huir precipitadamente para salvarse y comenzar con su plan de viajar al norte, lejos de todo lugar conocido. Junto con Zahra y Harry, dos jóvenes de su barrio que también lo han perdido todo, y otros que se van uniendo a su pequeño grupo, empezará un viaje de incertidumbre y miedo, pero también de fe y esperanza en un futuro mejor.


Esta historia no es fácil de leer, especialmente si estás en un momento de tu vida más delicado, emocionalmente hablando. Habla de la pérdida de la familia, de los amigos, del hogar y la seguridad; habla de escasez, sequía, hambre y muerte. Aunque también habla de esperanza, de madurez, de la capacidad y sobre todo la necesidad de sobrevivir, de aprender a confiar en los demás, de buscar la parte buena de las pequeñas cosas. Está narrada en primera persona, es un diario de la protagonista, acompañado de versículos y dogmas de su religión, de Semilla Terrestre.


Mientras la leía, y salvando las distancias, me recordaba a mi propio relato, La tierra prometida, ya que también trata de un viaje al norte, de la huida de todo lo conocido, la búsqueda de la salvación y el deseo de algo mejor. Sin embargo, en mi relato la situación viene desencadenada por un hecho concreto y repentino, una catástrofe, la caída de un meteorito, mientras que en La parábola del sembrador los cambios sociales y la crisis económica y climática conducen al caos. Yo también escribí mi relato en primera persona, con la intención no solo de contar lo que sucedía en una sociedad brutalmente diferente, sino cómo se vivía y cómo se podía soportar de forma particular el tener que empezar de cero. El tono de dureza es el mismo, el trasfondo de esperanza también.


Es curioso cómo este tipo de distopías reflejan sociedades rotas, sufrimiento y violencia. Yo misma he escrito una historia así y es de las que más me ha costado. En nuestra realidad, muchos no vivimos en zonas en las que el agua es más cara que la gasolina, donde robar es la única forma de alimentarse ni los cadáveres se encuentran tirados por las calles. Por suerte no lo vemos, aunque por desgracia sí que es la realidad de muchos otros lugares. Además, en la novela, el hecho de ser mujer también condiciona injustamente a la protagonista, que en un entorno tan peligroso opta por recoger su pelo y ocultar su figura bajo ropa masculina, creyendo que así se la verá menos vulnerable, llegando a confundir a muchos al ser una persona alta y de facciones ambiguas. Aunque en este mundo pocos pueden considerarse a salvo, independientemente de si es hombre o mujer.


Ojalá estas cosas solo se vieran sobre el papel y nadie tuviera que vivirlas, y la ficción nos sirva para agradecer y proteger lo que tenemos.

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