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Mi primer cuento

Hace unas semanas os conté 10 cosas literarias sobre mí. La primera de ellas fue sobre el primer cuento que recuerdo haber escrito y quería hablaros un poco más de él ya que mis padres lo encontraron por su casa y me mandaron unas fotos.


Se titula El gato cantarín y mi recuerdo de la trama no iba muy desencaminado de la realidad. Me resulta muy curioso pensar que en algún momento de mi vida, cuando era tan pequeña, ideé esta breve historia en mi cabeza. En esa época no tenía ni había tenido mascotas, salvo ahora que tengo un gato, así que no sé por qué en aquel momento se me ocurriría escribir una historia en la que los gatos también fueran protagonistas. ¿Sería algo de mi subconsciente?


Más abajo podéis ver unas fotos del cuento, realmente se trata de mi primera historia autopublicada con grapas e ilustraciones, versión especial y exclusiva con un único ejemplar. Si no entendéis la letra, y ya que es cortito, os dejo aquí el cuento y después haré una breve autoreseña:


«Había una vez un gato que vivía en la ciudad y le encantaba cantar. Su dueño, que se llamaba Pepe, tuvo que ir a Bilbao una semana por trabajo. Pepe dejó al gato con su vecina que se llamaba Mercedes. El gato se alegró cuando llegó a casa de Mercedes porque tenía una gata cantarina como él. Los dos gatos todas las noches subían al tejado y cantaban sus canciones a la luz de la luna.


Cuando Pepe volvió de viaje les trajo de regalo dos micrófonos para poder cantar. Cuando subían al tejado, todos los gatos y perros del barrio los escuchaban cantar. Así se hicieron famosos. Sus dueños pensaron presentarlos a un concurso, mandaron un vídeo y ganaron el primer premio. El primer premio era: comida para gatos y una colección de vídeos de Garfield.


Entonces los contrataron para hacer un anuncio de comida para gatos. Como sus dueños ganaron mucho dinero en los anuncios se compraron un chalet y a los gatitos les hicieron una caseta en el jardín. Al final Pepe, Mercedes y los gatos cantarines vivieron juntos y felices para siempre. Y pasados muchos años sus dueños se murieron y los gatos se quedaron solitos en el chalet y tuvieron más gatitos y colorín colorado, este cuento se ha acabado.»


Como decía, desconozco mi interés de entonces por los gatos y tampoco sé por qué Pepe se tuvo que ir de viaje a Bilbao. Nunca he estado en esa ciudad y pilla bastante lejos de Alicante, así que no sé cómo mi yo de siete u ocho años la conocía y decidió que era un buen sitio para mandar al protagonista durante una semana.


En un momento monté también una versión gatuna de La Voz gracias a la cual mis gatitos cantarines se hicieron muy famosos y ganaron un suculento premio, y también muy lógico, comida para gatos y vídeos de Garfield, ¿qué más podría pedir un gato?


Pepe y Mercedes no debían de tener familia cercana, ni tuvieron hijos, ya que cuando murieron fueron los gatos los que se quedaron con su maravilloso chalet. Gatos con una esperanza de vida superior a la humana y toda su descendencia.


Me gustaría poder acceder a esa parte de mi mente, si es que quedaran en algún rincón escondido recuerdos de esa época, para saber por qué escribí esta historia (me parece que fue para el colegio, pero no estoy segura), cómo se me ocurrió, cuándo pinté los dibujos, si la leí en voz alta alguna vez, quién más la leyó y qué pensaron de ella quienes lo hicieron... Y más interesante sería poder saber qué pensaba la Irene de ese momento, si acaso le hubiera gustado tener un gato, si disfrutó pensando y escribiendo esta historia, si llegó a imaginar que sería la primera de muchas, si otra Irene, unos veinte años después la leería y pensaría en todo esto.


Lo que hemos escrito, en mayor o menor medida siempre dice algo de nosotros y yo hoy he descubierto un poco más de mí misma.

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